-Lo saben, Ainhoa, han
encontrado su cadáver esta mañana.
En cierto modo ya lo sabía,
pero la noticia no dejaba de sorprenderme.
-¿Cómo ha podido pasar?
-El cómo no importa, el caso
es que lo saben. Si vamos a entrar, tenemos que hacerlo ya.
El pánico me inundó por un
segundo, pero no dejé que se notara. Odiaba que Matt me tratara como una cría.
Subí a mi cuarto y metí algo
de dinero en la mochila antes de reunirme con él en el despacho de Richard.
Todo estaba tal y como él lo había dejado la última vez.
Sin mediar palabra empezamos a
revolver los papeles y los documentos del escritorio, separando el resto de los
del Proyecto. Guardé los informes sobre los avances en la mochila y dejé caer
una cerilla sobre la chimenea de la pared para que Matt quemara lo que no hacía
falta. La más mínima prueba podría llevarles hasta la organización y ese era un
error que no podíamos cometer.
Revisamos las cómodas y los
armarios de toda la casa hasta que dimos con toda la información que habíamos
recopilado en los últimos meses. Miré el estrecho montón de hojas con el que
nos habíamos quedado y recé para que fuera suficiente.
-Mi turno en la sede empieza a
las 9, tienes tres horas para prepararlo todo. Reúnete conmigo en la entrada principal,
frente a la furgoneta blanca.
Asentí distraída y vi como su
figura desaparecía entre la gente desde la ventana. No fue hasta que me hallé
sola cuando fui plenamente consciente del peligro que corría.
Tardé más tiempo del que me
habría gustado en abrir las ventanas y limpiar concienzudamente la casa. Si
hubiera entrado cualquiera de los amigos que poco a poco habíamos hecho no
habría notado nada extraño, pero los que vendrían serían profesionales y no
debía dejar que encontraran ni una sola huella. Salí por la puerta trasera y
dejé la llave sobre el alero. Un gesto estúpido dado que no pensaba volver,
pero que aportó un cierto toque de normalidad a la escena.
Esa casa había sido mi hogar
durante los últimos once meses, pero no me molesté en mirar atrás. Sin Richard
la casa parecía otra. Casi me había acostumbrado a que sonriera cada vez que
entraba por la puerta o a que me preguntara nimiedades mientras trataba de
aparentar normalidad. Lo cierto es que aquel hombre era lo más parecido que
había tenido nunca a una familia.
Caminé con la mochila a la
espalda durante casi media hora hasta que llegué a la tienda local. A simple
vista parecía una colegiala despreocupada a la que su madre había mandado a
hacer la compra. La gente que me veía no me miraba lo suficiente como para
darse cuenta de que era ligeramente mayor para ir a la escuela, y hasta ahora
nadie había notado la pistola que llevaba por debajo de la ropa. Como decía,
estaba demasiado acostumbrada a aparentar normalidad.
Compré una cuerda y un mapa de
la región, además de una navaja que según le dije a la dependienta, era ideal
para pelar patatas. Estaba a punto de salir cuando se me ocurrió pensar que si
aquella absurda incursión salía bien necesitaría abandonar cuanto antes el
país, de modo que me compré un bocadillo y me dirigí hacia la sede a paso
lento, cruzando solo por los callejones en los que era complicado que te
encontraran.
Pasadas las tres horas llegué
al aparcamiento de la sede y localicé la furgoneta blanca, apenas eran las ocho
y media, pero Matt ya me estaba esperando.
- Vale. Nos
queda poco tiempo, así que presta atención.
Asentí con la
cabeza mientras Matt desplegaba el plano del edificio sobre el capó del coche.
-Lo que vamos
a hacer no es fácil. La sede del Gobierno está controlada por todas partes,
tanto por cámaras de vigilancia como por personas situadas en cada una de las
puertas de entrada y de salida, así que no queda más remedio que entres conmigo
por la puerta de trabajadores.
-¿Qué haremos
una vez dentro?- pregunté inclinándome sobre el mapa.
- Te llevaré
hasta la sala de control, desde donde tendrás que cruzar el pasillo y entrar en
la sala 12. Una vez allí deberás cortar los cables para inutilizar las cámaras
de seguridad. La información que queremos está en la cuarta planta, en el lado
oeste de la zona privada. No nos dio tiempo a averiguar en qué habitación
concreta se encuentran lo papeles, así que una vez allí deberemos improvisar.
Tendremos diez minutos desde que inutilices las cámaras. Si nos da tiempo
podremos volver por donde entramos, pero también es viable saltar al tejado de
la sala de operaciones desde la sala contigua a la presidencial.
Terminó de
hablar y nuestras miradas se juntaron.
-¿Estamos
preparados? -pregunté.
-No nos queda
otra –dijo plegando el mapa de nuevo.
Nos apartamos
de la furgoneta y nos mezclamos entre la gente que andaba rápida y
ajetreadamente por la calle hacia la puerta de los trabajadores.
Matt me
hablaba amigablemente, intentando mantener una conversación mientras las
personas que nos rodeaban me miraban de forma extraña.
-¿Aquí se
conocen todos, no?- pregunté.
-Llamarás la
atención más que Brad Pitt haciendo la compra- dijo inexpresivamente.
Me habría
reído de no ser por lo nerviosa que estaba.
La entrada se
encontraba en uno de los laterales de la sede. Los empleados pasaban las
tarjetas por los controles entre risas, mientras yo luchaba contra la ansiedad.
Algunos de los
compañeros de Matt se acercaron a saludarnos y si les pareció extraño que
entrara con él, ninguno dijo nada. Matt fue sacando la tarjeta mientras yo
observaba distraídamente las cámaras malamente camufladas por todo el edificio.
Nunca había
entrado en la sede. A parte de que era un lugar que no me entusiasmaba pisar,
sólo dejaban entrar a los trabajadores y a la gente importante que, según Matt,
deambulaba por la cuarta planta.
-¿Quién es
ella?-preguntó la encargada dirigiéndome una mirada significativa.
-Mi sobrina-
dijo esbozando una sonrisa de disculpa- me la han dejado unos días, ya sabes.
-Conoces
perfectamente las normas. Está prohibida la entrada a todo el que no sea del
personal- comentó mientras apuntaba algo en el ordenador.
Reconocí el
apuro en el que nos encontrábamos y decidí intervenir.
-Realizo un
trabajo para el colegio, así podría subir la nota de selectividad- dije
implorando con la mirada.
No parecía muy
convencida, pero hizo un gesto con la cabeza indicando su conformidad.
-No te separes
de tu tío, aquí hay material peligroso.
Le dirigí una
sonrisa agradecida mientras seguía a mi supuesto pariente a través del control.
-La mujer
sospecha de nosotros- susurré acercándome a él.
-Me he dado
cuenta, acaba de mandar un mensaje al director.
Contuve el
impulso de mirarle sorprendida, yo había sido incapaz de averiguar el
significado de lo que había escrito.
-¿Pero eso no
es peligroso?
Me miró
dudando si debía dedicarme una sonrisa.
-Si todo sale
bien, para cuando lo lea nosotros ya estaremos fuera.
Asentí y
empecé a tomar notas de todo lo que veía, por si a alguien se le ocurría
preguntar sobre mi trabajo.
Empleados
aburridos de todo el sector de seguridad se acercaron para ofrecerme su ayuda
con la aportación de detalles que consideraban de utilidad para sacar una buena
nota. Reconozco que al principio me resultaban un estorbo, del cual me libraba
lo más educadamente posible, pero al final pasaron a ser un claro impedimento
en el cumplimiento de nuestra misión. Pasada una hora todavía no habíamos
encontrado momento para ir hasta la sala de control.
Visto que el
plan inicial no iba a dar resultado, me puse a improvisar. Expresé varias veces
mi curiosidad acerca de la seguridad del edificio, preguntando como era posible
que hubiera alguien pendiente en cada momento y me hice la ilusa cuando me
revelaron la existencia de las cámaras de seguridad en cada esquina de las
habitaciones. Podría ser que mis conversaciones con los guardias parecieran una
pérdida de tiempo, pero entonces vi mi esfuerzo recompensado cuando uno de
ellos se ofreció a enseñarme la sala de control. Aparenté casi todo el
entusiasmo que sentía y seguí al guardia por la complicada red de pasillos que
llevaban a la sala, incapaz de creerme mi buena suerte.
Apenas llevaba
diez minutos escuchando las explicaciones sobre el funcionamiento de la Nelson
3000 cuando Matt apareció aparentemente preocupado, era un gran actor.
-Dios mío
Sandra, ¡No puedes desaparecer así!
Admiré su
astucia al haber cambiado mi nombre, pero me pareció que la frase iba
verdaderamente enserio.
-Lo siento.
Este hombre estaba explicándome el funcionamiento de las cámaras pero la verdad
es que estaba a punto de excusarme para utilizar el servicio.
Utilicé la
mejor expresión avergonzada que tenía, que hizo que hasta el hombre de la
explicación soltara una carcajada.
-No te
preocupes pequeña, ¿Sabes llegar?
Casi sonreí.
-Me ha
parecido ver un letrero cuando entrábamos.
-Entonces
perfecto, tenemos la obligación de permanecer en la sala constantemente así que
vuelve directamente ¿vale?
-De acuerdo.
Según lo que
había observado antes, el baño lindaba con la sala 9, lo que lo dejaba a tres
habitaciones de la 12. Era capaz de recorrer el pasillo en menos de diez
segundos, pero solo haría falta una mirada por parte de los guardias para darse
cuenta de que sabía perfectamente a donde iba, y ni siquiera les haría falta
pensar mucho para fijarse en que no era el cuarto de baño. Miré alrededor mientras
cerraba la puerta buscando una ruta alternativa y me fijé en que la cámara de
seguridad se encontraba justo en la parte superior del aseo. Tal vez fuera muy
evidente, pero era posible que lograra desactivarla. No me detuve a pensar y
entré directamente al baño, lo que, visto de otro modo, era exactamente lo que
debía hacer.
Tal y como
pensaba, dentro no había cámaras. Puede que la seguridad fuera imprescindible,
pero todavía existía el decoro. Cerré la puerta y me subí al lavabo. El juego
de cables que llevaba la información desde la cámara hasta la sala de control
estaba justo detrás de las baldosas, pero era más complicado de lo que creía.
Aplicando los conocimientos generales, debía cortar el cable rojo, pero el
guardia me había comentado de pasada que las Nelson funcionaban con un sistema
de camuflaje complejo que empleaba el cambio de color del plástico que rodeaba
el cable como sistema de protección, de modo que si alguien cortaba el cable
rojo, se enviaría una señal directa a la sala de control que informaría de la
manipulación. Separé el resto de los cables y dejé el verde y el rojo sueltos.
Aparentemente, ambos iban en la misma dirección, pero quitando unas cuantas
baldosas más descubrí que el cable rojo se ensanchaba según se le unían los de
las diferentes cámaras, siguiendo la dirección de la sala de control, mientras
que el verde seguía la dirección contraria. Era un sistema precioso, de esos
que no suelen verse. La mayoría de los cables que unen las cámaras de seguridad
son una chapuza y casi sentí pena cuando corté el cable verde. Casi.
Volví a
colocar las baldosas y comprobé que la luz que indicaba el estado de
funcionamiento de la cámara del pasillo estuviera apagada antes de soltar el
aire y empezar a correr.
Llegué a la
sala 12 y abrí la puerta justo cuando los guardias salían para comprobar por
qué la cámara no funcionaba, dejando vacía la sala de control en el momento en
que la cámara del interior me gravaba. Apunté con la pistola que tenía silenciador
y la destrocé mientras me apresuraba en encontrar el cable verde que ahora
sabía que tenía que cortar.
Lo malo es que
no había un único cable verde, había cientos. Escuché gritos en el pasillo y me
di cuenta de que estaban a punto de encender la alarma, así que hice lo único
que podía hacer: cogí la navaja y los corté todos.